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Desde el respeto y mis sinceras condolencias a familia, amigos, compañeros y aficionados, escribo esto: el espectáculo que se ha generado alrededor de su muerte empieza a resultar delirante.
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Parece que la gente ha descubierto AHORA que los futbolistas son personas y que también se mueren. Y que la muerte no es algo que se pueda planificar, ni que no pueda atrapar, de repente y de forma tan inesperada, a un deportista de alto nivel como lo era Dani Jarque.
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Luego, no entiendo esa aureola de “gran capitán del Espanyol” con el que se está invistiendo al jugador. Dani Jarque era capitán de su equipo ¡desde hacia unas semanas!
No entiendo los ríos de llantos de gente que no le conocía de nada. He visto a verdaderas magdalenas llorar a moco tendido como si el fallecido fuera el hijo, el sobrino o el nieto. ¿Esos hombres y esas mujeres (aficionados del Espanyol o no) lloran igual cuando fallece su vecino? Desde luego con el vecino la relación es más cercana. Pero claro, el jugador de fútbol (en genérico) está en una categoría semi divina.
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Y tampoco entiendo esa propuesta de ponerle su nombre al nuevo estadio del RCD Espanyol.
Parece que haya que deificarlo, parece que sea un mártir, como si Dani Jarque hubiera dado la vida por su equipo. A ver… Dani Jarque NO ha muerto por el Espanyol. En todo caso, el pobre, ha muerto mientras era jugador del Espanyol.
Y Dani Jarque NO era el gran capitán de su equipo. Ni siquiera era un jugador especialmente “popular”, ni con especial afinidad con el entorno. Era un jugador más, discreto y sencillo, un chaval salido de la cantera, uno de los muchos jugadores con calidad y profesionalidad que llegan al primer equipo y se mantienen en él. Y punto.
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Y es terrible que un chico joven muera. Es terrible y te deja estupefacto que muera así, tan de repente, tan de forma inesperada, pero… deificaciones no, gracias.
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Quizás, y no soy sociólogo para interpretarlo así, esos ríos de gente lloriqueando no lloran tanto al jugador sino que precisan encontrarse y llorar por otras muchas cosas, entre ellas, su propio pavor a la muerte. Si un futbolista de alto nivel, con todas las revisiones y cuidados que se toma, muere así… ¿qué me puede pasar a mí?
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«¡Campeolones!»
El santboià més ilustre
Los Angeles de Pau (ha-ha-ha qué malo…)
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